sábado, 19 de febrero de 2011

La jefa

Me he quedado sola en la planta: es la hora del almuerzo. Sino fuera por que tengo que acabar este maldito informe no estaría aquí, tomándome un sandwich, mientras intento cuadrar las cifras.

La veo salir del despacho; se acerca, toma la silla de mi colega y la arrima hasta mi mesa para sentarse muy cerca de mí. Aparto el sandwich, me limpio los labios y nos quedamos mirándonos. Me da la impresión de que no sabe cómo empezar, así que intento facilitárselo con una media sonrisa. Carraspea y empieza a hablar.

Ya sabes que esta compañía no es muy grande, la gente habla... en fin, allá voy... ¿Es verdad que sales con mujeres?

Por de pronto le contestaría si es que le gusto y pretende declararse... Como no me apetece mucho actualizar mi currículum, opto por poner cara de póquer.

Por Dios, no te lo tomes a mal... es que no conozco a ninguna...

«Se me ocurren media docena, por lo menos, que trabajan aquí, empezando por su mano derecha; la directora financiera por mucho que presuma de marido e hijos».

Verás, si hago esto es por mi hermana... está destrozada, hundida. Su novia la ha dejado después de quince años. Se dice pronto, quince... ¡por la mejor amiga de mi hermana!...

«Me suena esta historia ¡qué me va a contar a mí!».

-¿Pero es que ya nadie respeta nada en este mundo? Yo creía que entre las mujeres había más lealtad, más honestidad...

«Qué poco sabe de la condición humana».

Mi hermana sólo tiene dos años más que yo pero siempre ha ejercido de hermana mayor, ya sabes, protectora, siempre velando por mí: un apoyo en todo. No soporto verla así, consumiéndose... No quiere salir con sus amigas... 

«No me extraña...»

Ni con nadie conocido. Había pensado que si saliera con otras mujeres para ir... no sé, al cine, a cenar... Ya sé lo que debes de estar pensando, pero no me importa hacer el papel de Celestina si con ello puedo ayudarla...

«Pues sí que se me hace extraño verla en otro papel que no sea el de zorra explotadora».

Creo que si se interesara por alguien... no digo que tengas que ser tú, por supuesto, aunque no me importaría...

«Pues a mí sí, y mucho. Sólo me faltaría tener que aguantarla como cuñada».

Lo que quiero decir es que si conociera a otras mujeres... que tú pudieras presentarla... Ella es estupenda, no es por que sea mi hermana...

»Rápido, tengo que buscar alguna excusa para salir de este lío. Se me ocurren varias ideas:
»A: tengo una novia, celosa hasta el delirio, que además es campeona mundial de boxeo de peso... ¡el que sea!; si se entera de esto nos hace papilla a las tres.
»B: no soy lesbiana. Las mujeres que me esperan a la salida o para ir a comer, a razón de una distinta cada trimestre, son hermanas y primas. Tengo una familia muy numerosa y muy unida.
»C ...

Ya sé que a lo mejor me estoy pasando, pero quiero tanto a mi hermana que no me importa hacer el ridículo...

«Ni rebajarse ante una lacaya como yo».

Se queda mirándome; está a punto de romper a llorar. Le ofrezco un pañuelo, me aclaro la voz y le digo:

Me sabe muy mal que tu hermana esté pasando por esta situación tan penosa. Si crees que puedes convencerla para que salgamos las dos un día de éstos, no tengo ningún problema...

¡Perfecto! me interrumpe. Su pesadumbre se ha vuelto,  sospechosamente y como por arte de magia, en súbita alegría. Este sábado organizaré en casa una cena para cuatro: tú, mi hermana, mi marido y yo.

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