La taquillera del cine

La taquillera me pregunta, con la mirada fija en el monitor, qué película, cuántas entradas y si las quiero delante, en el centro o atrás. No le contesto. La taquillera levanta la vista con el gesto de estar a punto de perder la paciencia. Nos miramos en silencio.

–Acabo el turno en dos horas ¿me esperas fuera o prefieres ver alguna peli? –me dice mientras me guiña el ojo.

 –Te espero fuera.

Como siempre, me siento en las escaleras del portal, enfrente del cine. No me canso nunca de mirarla. Cuando sale de la taquilla me reúno con ella. 

 Hoy caminamos en silencio. Me gustaría decirle que la quiero tanto que no puedo imaginar estar sin ella y que me importa un bledo lo que mis padres hagan cuando descubran lo nuestro. Como si hubiera leído mis pensamientos me dice:  

–Si tus papás se enteran te van a enviar a Inglaterra en el primer avión. Figúrate, su preciosa hija de trece añitos saliendo con una mujer de veintiocho que ni siquiera es universitaria. Ni en sus peores pesadillas pudieron imaginar algo así. Seguro que con sus influencias y su dinero me encerrarían en chirona y tirarían la llave hasta conseguir que te olvidaras de mí. ¿Pero sabes qué? voy a darles motivos reales. Esta noche mi compañera de piso está fuera, vamos a ir a casa... 

Me toma del brazo, me conduce hasta un portal y me besa como jamás lo había hecho antes. Su vehemencia me deja turbada. El corazón se me dispara, la sangre empieza a fluir de forma desbocada desde mi sexo hasta la boca y viceversa, y luego alcanza mi espalda, mi nuca, mis oídos... hasta ensordecerlos.

–Oye perdona, ¿te has decidido ya por la película? –me dice la taquillera que ha perdido definitivamente la paciencia y ni siquiera disimula su gesto contrariado.–Es que hay gente esperando...

Compro la entrada de la primera película que se me ocurre, sin ninguna intención de verla, y me aparto de la cola aturdida por el tono que ha empleado, aunque no lo suficiente para evitar oír a su compañera reír mientras le dice:

–No puede ser que cada vez que compre una entrada se quede aquí embobada, mirándote. Tienes que darle un buen corte, además, la pobre se va a arruinar...