Me han dado una mesa muy pegada a la de una pareja. Cuando tomo asiento la rubia me mira de reojo, la morena lo hace sin tanto disimulo.
El camarero me toma nota, despliego el periódico y vuelvo a sentir sus miradas entre curiosas y lastimeras. Me falta un tris para sacarlas de su error.
Estoy tomando el postre y ellas ya han pedido la cuenta. No han cruzado más de tres frases en toda la cena. Pagan y se levantan. Vuelven a mirarme.
Ahora sí les devuelvo la mirada lastimera.
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