viernes, 12 de octubre de 2007

La cita a ciegas en el parque

Se ha sentado a una distancia prudente y al filo del banco, como si quisiera salir corriendo de un momento a otro.

-Perdona, ¿eres Arantxa? -me pregunta finalmente, sin dejar de observarme fijamente.
-Soy Arantxa, pero no creo que sea la Arantxa que buscas -le contesto aguantándole la mirada.
Me sonríe y me dice:
-Bueno, eso no se puede saber así... en un minuto.
Con la vista hago un barrido rápido a derecha e izquierda buscando una cámara oculta. Sólo me faltaría salir en un infumable programa de televisión para descerebrados.

Está nerviosa; lo veo por la forma de cogerse las manos y de morderse el labio inferior. Seguro que debe de ser la primera vez en su vida que dice algo semejante.
-Créeme, lo sé -le respondo-, y me sobrarían cincuenta y nueve segundos.

La mujer se levanta sin mirarme, me dice un perdona casi inaudible y se aleja. Debería disculparme por ese comentario tan fuera de lugar. Creo que me estoy volviendo como esa clase de personas agrias y encallecidas que siempre he detestado.

Leo unas líneas del libro que he traído pero lo dejo enseguida. La mujer de antes se acerca; no viene sola, la otra debe de ser "su" Arantxa. Estoy a punto de marcharme para no toparme con ella pero me quedo paralizada en el banco. Cuando pasan por delante siguen con su conversación y me ignoran completamente, como si yo fuera una planta más del parque.

Sigo sentada y no dejo de mirarlas hasta que las pierdo de vista.

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