lunes, 24 de diciembre de 2007

El accidente

Es noche cerrada. Estoy un poco mareada. He mezclado vino con vodka, he fumado porros... ¿por qué no puedo decirle no a Miriam? me digo arrepentida. Agnes me va a matar, no se merece esto...

Iré por la carretera comarcal para evitar a los policías con sus chismes, sé que por allí no estarán. Cuando tomo esa curva tan cerrada, el coche golpea contra algo, creo que ha sido un animal muy grande. Paro y bajo del coche. No veo nada. Doy marcha atrás y enfoco hacia la cuneta con las luces largas. Los matorrales están altos pero observo que hay un pequeño claro. Vuelvo a bajar del coche y me acerco con cuidado. Es un hombre, está tumbado, de lado, como si durmiera, dándome la espalda. El corazón se me dispara, el sudor frío me empapa el vestido. Me agacho.

-¡Eh, eh! ¿Se encuentra bien? -le digo. El hombre empieza a moverse con dificultad.

-No se preocupe. No ha sido nada- me responde al fin, incorporándose

Pero cuando se vuelve y puedo ver su cara, me doy cuenta horrorizada de que tiene todo el lado izquierdo de su rostro desfigurado, hundido, desde la frente hasta la mandíbula. Veo espeluznada como la masa encefálica brota de su cabeza enmarañada entre su pelo, y que el glóbulo ocular desprendido, le cuelga de una especie de hilo negruzco y sanguinolento.

¡Dios mío! ¡Qué he hecho!... ¡Qué he hecho!

-Cariño, tranquila, tranquila... otra vez esa horrible pesadilla.
-Agnes... Lo siento. Siento haberte despertado.
-No te preocupes. ¿Te preparo una infusión?

Cuando vuelve de la cocina empieza a desplegar su actitud entre protectora y cómplice. Ya sé lo que me dirá, el mecánico también me llamó a mí.

-El chapista ha dejado un mensaje. A pesar de la buena abolladura que le hiciste al coche, ya lo ha arreglado. Debiste dejar la columna del parking del trabajo bien servida con ese golpe.

Me mira esperando alguna reacción, pero yo sigo sorbiendo la infusión como si nada.

-Cariño, esta semana estás muy estresada ¿seguro que no quieres... no sé... compartir algo que te preocupa? -insiste Agnes.

Me conmueve y me emociona su devoción por mí. No imaginé nunca que ella, incapaz de transgredir una norma, cualquiera que fuera, como sisar folios de su oficina o colarse en la fila del cine, se haya propuesto encubrirme del terrible delito que cree que he cometido atropellando a un pobre desgraciado.

Supongo que me tiene tan arriba de su pedestal, me cree tan fuerte y valiente, que no puede ni imaginar que empecé a tener pesadillas después de ver esa horrible película "Sé lo que hicisteis en la carretera". Sólo espero que cuando vaya a visitar a Miriam hayan reparado la maldita columna de su parking.

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