martes, 11 de octubre de 2011

El juego de la güija (o el efecto Pigmalión)


Sí, lo sé, ¿cómo pueden unas mujeres hechas y derechas jugar a este juego? Pero aquí estamos, pasándolo bien hasta que llega mi turno. Estoy segura de que Nina me está jorobando, moviendo el vaso para que mi novia Ana se crea que hay alguien más en mi vida. Por suerte, pasamos el testigo a Lisa y dejan de preguntar sobre mí. 

La afectada no puede intervenir para no influenciar al espíritu de turno, una auténtica chorrada vaya, así que Lisa retira el dedo y empezamos con el interrogatorio de topicazos.

Espíritu, ¿quién será la pareja de Lisa el año que viene?

El vaso señala las palabras A-N-A.

Y como parece que el espíritu no quiere equívocos, va disparado hacia el rincón donde está mi novia. Miro a todas  enfurecida, y especialmente a Nina, que parece decirme con la mirada: a mí que me registren, esta vez no he sido yo. Me vuelvo hacia Ana, tan sorprendida como el resto, y a Lisa, que se ha sonrojado.

¡Anda, qué callado lo teníais!–dicen las chicas bromeando.

Todas nos lo tomamos a risa excepto la retraída Lisa que está tan turbada que no acierta a articular palabra. Jamás la había visto así. De repente, se levanta de la mesa, dice un casi imperceptible perdonad y se va como un rayo a su habitación. Nos quedamos en silencio.

¿Alguien sabía algo?

Nos miramos, negándolo con la cabeza. 

Tú eres su hermana... ¿No lo sabías?

¡Ya la conocéis! Nunca explica nada, ni siquiera a mí, se defiende la hermana.

Todas miramos a Ana.

–Yo no he notado nada empieza a decir, dirigiéndose a mí. Casi no la conozco. Si apenas hemos hablado. Del grupo, es con la que menos me hago... ¡De verdad, no le he dado pie a nada! se lamenta, como si tuviera que probar algo.

Le paso el brazo por la espalda para tranquilizarla. Le digo que no tiene que justificarse, que estas cosas pasan y que nadie tiene la culpa.


De vuelta a casa, le digo a Ana que lo más curioso es que la pregunta no era de quién estaba enamorada ahora sino con quién estaría dentro de un año. Ana sonríe.

Un espíritu burlón me contesta.

 Sí, el muy jodido ha descubierto a la pobre Lisa.

Caminamos en silencio. Ana se detiene y me hace un comentario extraño.

Lisa es muy distinta a la alocada de su hermana. No se parecen en nada. Qué raro ¿verdad? Curioso lo de esta chica...

Y continúa caminando con el semblante de cavilar sobre ello.

Esta noche, mientras Ana duerma, tengo que averiguar sin falta si este estúpido juego tiene alguna posibilidad de acertar.

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