martes, 29 de junio de 2010

La chica nerviosa (y algo dispersa)

El pulso acelerado me martillea la sien y, no obstante, sigo tratando de hilvanar en mi cabeza un discurso coherente para cuando acabe esta comedia y tenga que encararme a Anabel, que se ha sentado a mi lado y sigue charlando tranquilamente con otras comensales.

Restriego mis manos sudorosas sobre la pernera del pantalón. Piensa, piensa, me digo una y otra vez. Y por Dios, cuando le hables sé coherente, a ver si consigues que deje de tomarte por un bicho raro. Entorno los ojos descorazonada: con estos nervios no lo voy a conseguir.

-¿Te encuentras bien? -me dice la que está hablando conmigo.

-Sí, sí... sólo son mis lentillas... tantas horas me molestan... -me excuso.

Y retoma su monólogo. Hace rato que he dejado de escucharla aunque me cuido muy bien de asentir a cada pausa suya, no vaya a perder el interés y me deje en tierra de nadie.

Tiene que ser algo fácil, coherente... Ve a lo seguro, tira de lo trivial, me repito para calmarme. Pero sólo me viene a la cabeza el barbudo Perelman; el genial y excéntrico matemático que ha demostrado la conjetura de Poincaré. Ahora todos le reconocen el mérito, pero primero trataron de tumbar su trabajo y después unos chinos ¿cómo no? copiar su demostración. No me extraña que les haya dado la puerta en las narices a esos estirados y envidiosos matemáticos del Congreso Internacional...

-Y bien -me dice Anabel encarándose a mí aprovechando que mi vecina ha hecho una pausa en su tedioso monólogo-. ¿Qué me cuentas?

-Todo bien...todo bien... -le contesto aturrullada.

Se hace un silencio.

Me aclaro la voz y continúo:

-¿Crees que este verano será tan caluroso como dicen?

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