lunes, 7 de junio de 2010

La sustituta

La jefa del departamento de I+D, bandeja en mano, ojea la sala una y otra vez. Finalmente se dirige a mi mesa con paso vacilante, como si esperara hasta el último instante que alguien deje un hueco en otra parte. Cuando la alcanza me pregunta resignada, mirando la silla vacía que tengo enfrente.

-¿Está libre?

-Sí -le contesto sin más, y aparto el vaso y la botella de agua para que coloque su bandeja.

-Pensaba que a esta hora habría menos gente... -dice sin mirarme mientras se sienta.

A estas alturas no me molesta su displicencia, seguramente porque es la única que aún no me ha mencionado el gran parecido que tengo con Marta, la empleada fallecida cuya vacante casualmente he cubierto yo.

Hace dos meses que estoy en esta compañía y no hay día en que alguien no me lo recuerde. Pero mi gran parecido se acaba en ese punto: la apariencia. Ocurrente, simpática, extravertida... por lo visto la tal Marta los tenía a todos encandilados y yo, más bien, soy lo opuesto. Y ahí está el problema, la decepción que se llevan cuando me comparan, como si mi semejanza física me obligara a tener que ser como ella.

-¿Qué tal tu periodo de adaptación? -me pregunta al fin. Empezaba a creer que no cruzaríamos una palabra en todo el almuerzo.

-Extraño -le contesto-. Cubrir un puesto en estas circunstancias y la casualidad de nuestro gran parecido...

-No te pareces -me corta tajante.

-Me refería al físico. De lo demás, me ha quedado bastante claro que somos muy distintas -le replico con la misma contundencia, irritada.

-Yo también hablaba del físico.

Su respuesta me deja desconcertada. Ella, que no parece haberse dado cuenta, clava la vista en el vaso que ha tomado y continúa:

-Cuando llegas a conocer a alguien tan bien acaba siendo única, inmune a cualquier comparación.

Su mirada, siempre circunspecta, languidece ahora.

-Pero tú no te agobies. En nada, la mayoría olvidará a Marta... -concluye taciturna.

Se queda pensativa, sombría. Aparto la vista para no violentarla. Enseguida se da cuenta de que ha flaqueado; aprieta la mandíbula y endurece el gesto. Se hace un incómodo silencio.

-¿Sabes a lo que tampoco me acostumbro? -rompo al fin-. A esta comida -le digo señalando mi plato-. Tendré que traérmela de casa o buscar otros restaurantes.

Me mira fijamente, como si quisiera descifrar lo que pasa por mi cabeza. No sé si termina por desentrañar algo pero acaba suavizando su semblante hasta decirme:

-Ya debes suponer que no es un buen momento para mí... pero más adelante, tal vez pueda mostrarte algunos que están muy bien.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias x actualizar! Un beso

...

BluEmoOn dijo...

Lindo Blog, he leido varios post, interesantes historias...

Te mando un abrazo... Te sigooOoOo!!!!!!!

Casandra dijo...

;-) ...

Casandra dijo...

Otro para ti BluEmoOn

¡Nos seguimos!

Anónimo dijo...

Me encanta el diseño nuevo. Esto habría que celebrarlo con otro relato...? Sorpréndenos.
Jajaja, un beso.



...

Casandra dijo...

¡Ay! ¡Ahí me has pillado!

Anónimo dijo...

Me gusta el nuevo diseño, te ha quedado muy chulo. Hacía tiempo que no me pasaba a leer tus relatos.. esperamos el siguiente con imaciencia ;)

Casandra dijo...

;-)