En el plató

-Nunca antes nadie me había hecho sentir esto, es tan intenso, tan maravilloso, ¿por qué has tardado tanto en encontrarme, por qué no apareciste antes en mi vida? -Nos besamos.

-¡Corten, es buena! -nos grita la directora

¿Pero qué encefalograma plano ha podido escribir esto? me digo. Cuando pienso que para siempre jamás aparecerá en mi filmografía este bodrio. “Film de transición” me dice la inútil de mi representante, “consuélate, a veces las más grandes han tenido que rodar películas alimenticias”. Menos mal que voy a trabajar con Deepa Mehta y podré olvidarme de esta "pesadilla alimenticia".

La encargada del catering pasa por mi lado. La paro cogiéndola del brazo.

-Oye, ¿por qué no dejas de servir los sándwiches que llevan la salsa con tanto ajo? Cada vez que tengo que besarla me dan arcadas.

Se suelta del brazo de mala manera y me contesta irritada:

-¿Por qué no le dices tú que no coma de esos y dejas de darme la vara?

Me siento en mi silla, furiosa. La directora toma la suya y se sienta también, arrimada a mí; con gesto grave empieza a hablarme en voz baja:

-Estoy muy preocupada con tu actitud. No estás metida en tu personaje, pareces como ausente... y además, tu permanente cabreo con todo el equipo no ayuda. Mañana tenemos que rodar las escenas de cama y, francamente, tal como están yendo las cosas... hasta una muñeca de trapo le pondría más pasión al asunto.

Noto como me bulle la sangre de rabia ¡Se va a enterar esta directora de tres al cuarto y su camarilla de aficionadas de quién soy yo!

Una llamada a mi móvil interrumpe la respuesta que iba a espetarle. Es mi representante, me comunica que la Mehta ha cambiado de idea y va a escoger a otra actriz, que no puede extenderse ahora en los detalles y que volverá a llamarme cuando acabe la jornada.

-Lo siento, es que mi madre está enferma y lo estaba llevando fatal -le digo con voz compungida-. Pero acaban de decirme que está mucho mejor. De verdad, ahora irá todo sobre ruedas...